Angústias Zúñiga

Cuando conocí al Padre Mauri se puede decir que mal vivíamos refugiados en el pabellón de damnificados de Montjuic.
Las familias estábamos alojadas en grandes salas y aisladas unas de otras por planchas de cartón piedra o algo  parecido sin agua en aquellos habitáculos, sin aseos ni duchas todo lo teníamos que compartir.
Un domingo vino a celebrar misa al pabellón el Padre Mauri, fue cuando lo conocí, y al ver en las condiciones que estábamos allí empezó todo se puso manos a la obra para ayudarnos a salir adelante a tantas familias de pocos recursos.
Yo asistí desde el principio a las colonias que el Padre Mauri organizó para los niños de los tres pabellones de Montjuic.
Allí fui muy feliz asistiendo durante varios años y nunca nos faltó de nada hacíamos excursiones y diversas actividades al aire libre, trabajos manuales,tablas de gimnasia, teatro libre, gincanas no nos faltaba de nada, y también nos enseñaron a bailar sardanas. Todos éramos muy felices y aprendimos a respetarnos unos a otros compartiéndolo todo.
Cuando se inauguró el Hogar Juan XXIII empezó primeramente con niños  y a base de insistir las niñas que sólo íbamos de colonias y que también queríamos ir al colegio interno se abrió el módulo para nosotras.
Ahora la cosa sería diferente se trataba de estudiar y prepararnos para el futuro ya no eran todo juegos y salidas ésto era más serio.
En ésta nueva etapa de nuestra vida fuimos una gran familia compartiéndolo todo tanto alegrías como penas y colaborando en todo lo que hacía falta, aquí es donde me di cuenta de todo lo que el Padre Mauri hacia por nosotros y como iba buscando siempre el modo de poder sostener económicamente el Hogar que nos ofrecía a todos siempre nos trataba con mucho cariño y nos dió todo su amor hasta su propia vida la dió por nosotros.
Es por eso que pienso que todo ésto no puede quedar en el olvido y quiero colaborar en lo que sea necesario para que se sepa  CUAL FUE LA GRAN OBRA QUE LLEVÓ A CABO NUESTRO QUERIDO PADRE MAURI.